Después de unos días trepidantes en los que he introducido las materias que imparto a mis nuevos alumnos, al tiempo que me dejaba caer por Salamanca para contemplar su bello casco histórico, anoche me quedé de piedra al volver del cine.
En el blog de Didáctica de la Filosofía se informaba de que el compañero Carlos Portillo había fallecido tras una operación de un tumor cerebral. Era lo último que me esperaba encontrar cuando sonó el timbre característico del Rssreader.
Carlos Portillo y yo intercambiamos mensajes hace tiempo, enlazamos nuestros blogs y nos seguíamos leyendo. Me gustaban sus poesías, sus fotografías y sus reflexiones nómadas. Nunca le conocí en persona pero su blog era uno de esos lugares con los que una se siente hermanada, ya que formamos parte del grupo de profesores de filosofía que trabaja con las TIC.
Ahora quedará un vacío en la blogosfera. Su último post era una despedida a medias, pues él esperaba recuperarse y volver a la red.
Una vez leí un artículo de alguien que hablaba de los blogs huérfanos, esos que se paran súbitamente cuando su autor nos deja. Sólo ahora comprendo realmente a lo que se refería.